En una esquina de la ciudad de Buenos Aires, una barrita de jóvenes discurrían y arreglaban el mundo, cuando ven a un hombre mayor ciego que se acercaba con la intención de cruzar la calle.
Uno de los jóvenes, el más despierto, percibió que ese ciego se trataba de Jorge Luis Borges y comentó con sus amigos las circunstancias de riesgo de este señor, recordando por encima de todo la clara posición antiperonista del escritor.
Y entonces les dijo en tono de chanza: lo ayudaré a cruzar y una vez que lo haya cruzado, le diré que soy peronista.
Dicho y hecho. El jóven se ofreció para cruzar a Borges y éste le agradeció su gesto, con la afabilidad que lo caracterizaba.
Cuando llegó a la otra acera, el joven le dijo con orgullo, que lo acababa de cruzar un peronista .
El escritor se dirigió asombrado y le dijo al joven con voz consoladora: 'Muchas gracias y eso no importa, yo también soy ciego.'
El joven volvió a su barra de amigos, esta vez pensativo.
Aprendió una gran lección en un par de minutos.
Oyó en pocas palabras afectuosas lo que era ser peronista para Borges
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